Muchas han sido y serán las teorías postuladas para intentar explicar como una cultura que no contaba con los avances técnicos necesarios para la construcción de grandes estructuras arquitectónicas se las ingenió para llevarlas a cabo de un modo tan perfecto que han pervivido hasta nuestros días. Las pirámides son el mejor ejemplo de estas “obras faraónicas”, pero no el único.
Durante décadas se ha barajado la utilización de mano de obra esclava masiva, el levantamiento de un complejo sistema de rampas cuya construcción implicaría una inversión de tiempo y esfuerzo aún mayor que la propia construcción de la pirámide y, hasta la implicación de seres de otro planeta para dar respuesta al “misterio de la construcción de las pirámides”. Algunas de estas teorías estaban bien sustentadas y razonadas pero los últimos avances en arqueología han ido desbancando todas ellas. El descubrimiento de una gran aldea de trabajadores a los pies de la meseta de Guiza supuso el tiro de gracia.
Pese a que su excavación y posterior estudio de los artefactos allí encontrados nos ha arrojado mucha luz del modo de vida que llevaban los trabajadores encargados de construir las pirámides, también ha planteado nuevas incertidumbres del modo y las técnicas constructivas. Uno de los mayores interrogantes siempre ha sido el modo de transporte que emplearon para mover semejantes bloques de piedras desde las canteras, y una vez allí, desde la orilla del Nilo hasta el lugar elegido para su colocación.
Respecto a las canteras que proveyeron de material a las pirámides existen muchos estudios al respecto y parece ser que no se extrajo piedra de una única y que se elegía no sólo por la calidad de su roca sino también por la cercanía al lugar de construcción, por lo que podemos entender que los antiguos egipcios eran más pragmáticos de lo que cabría pensar en un principio y a tenor de su forma de expresarse. Es un tema muy extenso y por ello, en este artículo sólo nos referiremos al segundo punto, al transporte a pequeña escala o desplazamiento de los grandes bloques desde la orilla del Nilo hasta su lugar en la pirámide ya que es del que han surgido novedades recientemente.
Ya era conocido por multitud de representaciones que los egipcios trasladaban los grandes bloques de piedra y las pesadas estatuas por medio de una losa de madera atada a una cuerda que se arrastraba como un “trineo”. A raíz de una pintura mural en la tumba de Djehutihotep, jefe de una de las regiones del Alto Egipto entre 1914 y 1852 ANE, se ha podido esclarecer el método que los egipcios utilitzaron para deslizar esos trineos. En dicha representación se puede apreciar como una persona vierte agua encima la arena de delante el trineo. Los egiptólogos lo habían interpretado como una mera acción ceremonial, de libación, pero ahora se ha comprendido que podía hacerse por mera utilidad.
Según un grupo de físicos de la Fundación para la Investigación Fundamental sobre la Materia (FOM) y la Universidad de Ámsterdam, los operarios humedecían la arena para reducir la fricción y así facilitar el arrastre de los bloques de piedras. El uso de la cantidad justa de agua en la arena reducía a la mitad la fuerza de tracción requerida y, por lo tanto, se podía prescindir de la mitad de los obreros necesarios para arrastrar los trineos.
Para demostrar este hecho, los científicos colocaron una versión de laboratorio de trineo egipcio en una bandeja de arena para poder determinar la fuerza de tracción requerida y la rigidez de la arena en función de la cantidad de agua. Con estas prácticas, los investigadores vieron que la fuerza necesaria disminuía de manera proporcional a la consistencia del suelo. La razón es que cuando se agrega agua a la arena, surgen puentes capilares, es decir, pequeñas gotas de agua que unen a los granos entre sí. El fenómeno es el mismo por el cuál es más fácil construir castillos de arena con arena mojada que con arena seca.
Así pues, los físicos concluyeron que, con una correcta cantidad de agua, la arena húmeda del desierto es alrededor de dos veces más firme que la arena seca. “Un trineo se desliza con mayor facilidad sobre la arena del desierto firme simplemente porque la arena no se acumula en la parte delantera del trineo como lo hace en el caso de la arena seca”, según los investigadores. Los egipcios debieron tardar en dominar las proporciones pues tras las pruebas realizadas sólo se consiguieron resultados satisfactorios cuando se halló un “delicado balance” entre la cantidad de agua aportada y la arena: “si usas arena seca no funcionará, pero si la usas demasiado húmeda, tampoco lo hará. Hay una consistencia óptima”. Además, las proporciones varían según el tipo de arena. Esto nos revela que, lejos de ser una solución más primitiva que las postuladas anteriormente, requería un conocimiento muy específico que sólo pudo adquirirse mediante el ensayo/error y una estrecha relación con los materiales del medio en el que vivían los antiguos egipcios. Dicho conocimiento debió ser muy valioso por lo que no sería impensable que en futuros descubrimientos se encontrara el nombre específico para denominar al encargado de verter el agua delante de los trineos.
Este descubrimiento puede ser útil para optimizar el transporte y el procesamiento de material granular, cuyo comportamiento físico todavía no se comprende del todo. El material granular representa alrededor del 10% del consumo de energía en el mundo siendo los más conocidos el asfalto, el hormigón y el carbón. El estudio fue publicado en la revista “Physical Review Letters” el pasado 29 de abril.
FUENTES: livescience.com