Marineros iberos

Marineros iberos

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Mucho se ha avanzado en el conocimiento de la cultura íbera y es indudable su legado en aspectos tan importantes como el armamento romano, las técnicas de combate e incluso en las relaciones entre los generales y sus soldados.

La cultura íbera engloba una serie de pueblos con características afines; una de las cuáles era la de su vinculación a la costa, dónde se encontraban en continuo contacto con pueblos del mar cuyo principal actividad era el comercio. Siempre se ha supuesto que dominaban el arte de la navegación pero no ha podido ser comprobado arqueológicamente. Algunas fuentes clásicas mencionan este hecho pero no resultan del todo fiables dado que tan sólo se limitan a mencionarlo.

Restos de una posible embarcación ibera
Restos de una posible embarcación ibera

Es posible que esto pueda cambiar a raíz del análisis más exhaustivo que se ha realizado de los restos de un pecio expoliado por submarinistas belgas en 1.967 y que fue posteriormente estudiado en los años 1.979 y 1.980. Esta nave se hundió entre los años 10 antes de nuestra era y 10, aproximadamente, lo que ha permitido que llegase hasta nuestros días en perfecto estado de conservación. El expolio era conocido y debido a ello siempre se ha pensado que se trataba de una embarcación romana, pues transportaba ánforas fechadas en ese período que contenían vino barato para el suministro de las tropas establecidas en la Galia y la Germania.

El resultado de las últimas investigaciones incide en la cuestión que pese al fundamento romano de la mercancía y de la cronología de la nave es muy probable que su diseño sea heredero de la tradición íbera pues presenta características diferentes a las embarcaciones romanas y peculiaridades técnicas en su construcción que la hacían idónea para la navegación de las costas septentrionales del Mediterráneo occidental.

La sorpresa ha llegado cuando se ha empezado a analizar sus detalles. Varios de ellos no son de factura romana, sino de origen incierto. De entrada, la quilla es casi plana. La costa catalana de la época era muy similar a la de la actual Camarga francesa, con marismas (de ahí Maresme), lagunas, ríos transitables. De este modo no hacía falta construir puertos, porque los propios ríos permitían amarrar y cargar -con el ahorro inversor que eso implicaba. Pero para eso se exigían calados leves, y las naves romanas los tenían altos, porque la costa itálica, más profunda y con corrientes más fuertes, así lo exigía.

Hay más detalles no-romanos en la nave: algunas cuadernas están interrumpidas; el sistema de punzones con que se aguantan las maderas es propio; una reparación en el casco, en forma de hexágono, presenta una técnica extraña; hay algunos rebajes en las traveseras de madera, posiblemente para atarlas, y eso es nuevo; el sistema de construcción era de casco previo, es decir, primero se armaba el forro y luego se le insertaba la estructura… Y el detalle más llamativo: bajo el mástil colocaron una moneda -que sobrevivió a los belgas y más de dos mil años de aguas- apotropaica (aquel objeto que se usa simbólicamente para algo ajeno a su función real) que es, con toda certeza, íbera.

Proceso de recuperación de un yacimiento subacuático
Proceso de recuperación de un yacimiento subacuático

El caso es que aún no está probado que no fuera una nave romana. “El problema de los íberos es que sólo se los ha excavado en tierra, no en el mar. Y eran un pueblo de costa: ¿cómo es posible que no sepamos nada de su vertiente marinera?”, apunta Gustau Vivar, codirector de la operación y responsable del Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC), dependiente de la conselleria de Cultura. “En el mar, los cambios tecnológicos son muy lentos, porque un mal experimento te mata. Por eso no sería extraño que los barcos íberos fueran como este, aptos para esta costa, aunque los llevaran los romanos”.

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