A medida que las cientos de miles de tablillas se fueron -y se van- desenterrando y traduciendo ha ido surgiendo todo un “mundo intelectual” de las culturas de Mesopotamia. En estas tablillas se refleja todo el quehacer, sentir y pensar de los pueblos que habitaron esa región, abarcando textos de temas administrativos, económicos, históricos, jurídicos, científicos, religiosos y literarios. Las edubba o escuelas de escribas que funcionaron desde temprano se ocuparon de enseñarlos y difundirlos, transcribiendo, todo lo que habían recibido mediante tradición oral por milenios y junto a las creaciones de época fueron formando grandes colecciones, como en el caso de lo que se ha llamado “literatura sapiencial”.
Este género es de origen muy antiguo, abarcando disputas, ensayos, instrucciones, preceptos, adivinanzas, exhortaciones, proverbios y fábulas. Son obras en las que un pueblo expresa su sabiduría con un claro objeto moral.
El proverbio sugiere, señala, enseña. Expresa con brevedad y eficacia alguna verdad conocida o una observación perspicaz acerca de la vida práctica. Revela un agudo sentido, al relacionar las observaciones de la conducta humana con una sutil analogía que resalte el mensaje final. Fue el padre de las complejas asociaciones lógicas de las escuelas filosóficas griegas y de las máximas moralizantes de la tradición judeo-cristiana.
Los griegos y romanos habían atribuido la invención de la fábula animal a Esopo, quien vivió en Asia Menor circa siglo VI ANE. Kramer argumenta que algunas de las fábulas que se le atribuían ya existían antes de su nacimiento. Las fábulas animales antecedieron en muchos años, probablemente siglos, a las primeras colecciones escritas y fueron un mecanismo para tratar la conducta humana sin la indiscreción o falta de delicadeza que podría resultar del uso de actores humanos en estas historias. El corpus de animales y bestias que aparecen en este tipo de relatos es innumerable, aunque no todos con la misma asiduidad. Hoy sabemos, por ejemplo, que ningún texto menciona al gato, al mono y al caballo como protagonistas. Además de meras reglas de moral y sentencias, como es el caso de los proverbios, tratan ideas de filosofía práctica.
El Hombre de Mesopotamia quiso transmitir a través de la fábula y el proverbio una conducta moral, una enseñanza, un consejo, una filosofía práctica, a veces transmitida de padres a hijos, otras en cambio de maestro a alumno. Los temas que los componen tienen profundas raíces en lo popular, son inherentes a él, a su quehacer mismo; son temas universales, de allí que trascienden en el tiempo y tengan vigencia hoy.
Cuando la religión jugaba un papel bien diferente al de la actualidad en la vida cotidiana, cuando aún no había códigos legales extensos, ésta era la forma de hacer llegar máximas morales a la sociedad. De que se cumpliera y se mantuvieran por generaciones unas pautas de conducta básicas que articulasen una sociedad cada vez más compleja y heterogénea.
Se transmitieron a través del tiempo ya sea oralmente o como testimonio escrito, no sólo dentro de Mesopotamia, sino más allá de sus fronteras. Sus aportes culturales fueron adoptados por todo el Próximo Oriente, su influencia se extendió hasta Egipto y el Valle del Indo. He ahí que la gran obra de la literatura egipcia pertenezca a este género: “Sinhué el egipcio”. Posteriormente, y en cuanto a su contenido espiritual y artístico se refiere, a través del doble canal de la tradición judeo cristiana y griega, ha llegado a formar el substrato sobre el que se ha desarrollado nuestra cultura; existiendo desde los albores de la civilización un gran comercio que contribuyó al intercambio de productos y mercaderías pero, por sobre todas las cosas, de ideas.