Crisis a la romana

Crisis a la romana

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“Saber cómo acabó el mundo romano y por qué, nos podría hacer entender cómo puede acabar esta crisis”
Prof. Gonzalo Bravo – Catedrático de Historia Antigua en la Universidad Complutense de Madrid y experto en el mundo romano.

Parece que ahora vivimos un cambio de ciclo y, salvando las distancias temporales, podemos fácilmente apreciar que esto ya ha ocurrido anteriormente.

Hay una teoría de Tainter, antropólogo de la Universidad de Oxford, que relaciona la caída del mundo micénico y la caída del mundo romano. Su libro se llama “El colapso de las sociedades complejas”. En él, propone que las sociedades que tienen una administración desmesurada llegan a estrangular el desarrollo de esa sociedad porque en un momento determinado los gastos que origina esa macroadministración son muy superiores a los ingresos obtenidos por la vía fiscal. De ahí que se produzca un anquilosamiento de esa sociedad que estaba ya muy organizada y en cuya complejidad parecía tener todos los instrumentos para permanecer, pero que a partir de ese momento sólo puede evolucionar hacia su desintegración, hasta su total colapso.

Ya que la proyección de esa sociedad se basa en la administración de los recursos por parte del estado, si esos recursos disminuyen, el estado ya no puede establecer las pautas de administración o de control de esa sociedad bajo la redistribución de los recursos, sino que tiene que buscar otras fórmulas. En el caso de los micénicos, aunque es un poco enigmático, sabemos que se produjo una rebelión interna de los palacios, que acabaron siendo incendiados desde dentro. En el caso romano, lo que se produjo fue una elefantiasis, de manera que el número de funcionarios burocráticos del Bajo Imperio ha sido documentado en más de 5.000, cuando había tenido entre 150 y 300 funcionarios, no más, en sus momentos de mayor apogeo. Una de las pruebas de eficacia del sistema romano imperial era que con pocos funcionarios controlaba un ámbito muy extenso, desde Gales hasta Irán. Existía un sistema piramidal que permitía, sin conflicto de competencias, ejercer el poder y la administración de un modo efectivo. Cuando dejo de ser así, la pirámide se invirtió. Esto significó que el estado comenzó a funcionar al revés. El estado había ido perdiendo recursos de control, se había ido debilitando, para lo que generó un mayor número de funcionarios y, de ese modo, paliar la pérdida de control burocrático. El número de funcionarios fue creciendo hasta alcanzar un punto desmesurado para las necesidades del estado. Estos funcionarios se conocen en el mundo romano como los agentes in rebus, o sea, los que hacen la función de nexo entre el estado y los particulares. Eran una especie de policía fiscal al servicio del emperador, que deambulaban por el Imperio con todos los gastos pagados a costa del estado.

A estos factores puramente económicos habría que añadir otros de otra índole pero que contribuirían notablemente a la aguda situación económica. La reducción de la mano de obra esclava tras las guerras serviles y el auge del cristianismo había bajado la rentabilidad de numerosas actividades productivas y, por otro lado, el acceso a la ciudadanía de un mayor número de individuos -lo que implicaba la exención de impuestos- son dos claros ejemplos. El ejército fue otro elemento a tener en cuenta. Llegó un momento en el que su coste era muy elevado para los pocos enfrentamientos que tenía el Imperio. Además ya no quedaban tierras que repartir entre los licenciados por lo que se tuvo que suplir con una paga vitalicia. Pese a recurrir a mano de obra mercenaria para abaratar los costes, ello no pudo parar el enflaquecimiento de las arcas del estado. De hecho, tuvo un efecto secundario imprevisible que contribuiría a la desaparición del Imperio. Los mercenarios eran contratados entre los pueblos bárbaros del limes romano, aquellos que tras años de encontrarse en continuo contacto con el modo de vida romano y viendo su debilidad, decidieron tomar el control del desgajado Imperio.

La corrupción, muy frecuente en esferas públicas y privadas, especialmente públicas, agravó mucho la situación. Se compraban cargos, se violaban las leyes impunemente, se sobornaba a los jueces para que dictaran en sentido contrario, se amañaban tribunales, se compraban sicarios para conseguir determinados fines, se hacía fraude fiscal, se evadían impuestos, se ocultaban los bienes que debían ser declarados para tener una carga impositiva menor… Es decir, todo tipo de argucias para que el estado no siguiera explotando o expoliando a los ciudadanos. Era un momento en el que el ciudadano se sentía descontento con el estado pues era consciente que los representantes políticos no eran las personas adecuadas, pues los cargos se vendían, se compraban, se heredaban… Se valiese o no para desempeñar el cargo. Era el culmen de un mundo de corporativismo, donde ya no primaba el servicio al estado o a la sociedad sino a unos intereses individuales. Todo ello ya había aparecido durante la República pero se pudo mantener el sistema debido a los siglos de bonanza económica y al interés de la clase dirigente por mantener tal estructura.

Como hemos visto, todo lo contado bien podría describir la situación actual. Así que sí, sí hay muchas similitudes entre la caída del Imperio y los desequilibrios que nos ha tocado vivir. La crisis financiera ya existía en el mundo romano. La exclusión social también. La amenaza exterior era más patente en Roma, aunque quizás ahora también lo sea y se encuentre camuflada en una nueva y cruel variante de hacer la guerra -la económica.

La historia no se repite nunca, pero sí se reproduce, que es distinto. Se reproduce en distintas circunstancias, con distintos elementos, en contextos variables y solo se conservan los modelos. Los hechos son diferentes, pero el patrón en el que actúan son similares.

Hasta ahora, los lobbies han sabido mantener a raya a la clase política en el poder a la par que conseguían esquivar hasta tres crisis económicas (1973, 1987, 2008?). Pero… ¿cuantas arremetidas le quedan a este sistema para que termine por colapsar del todo? ¿Se conseguirá nuevamente poner los parches necesarios para su “puesta en marcha”? ¿Por cuánto tiempo? Lo que la Historia nos ha demostrado es que se encuentra abocado a su desaparición, tanto el sistema en sí como todos los estados que se aferren a él.

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